El Mundo de Montaño
lunes, 1 de agosto de 2011
Corte de Caja
miércoles, 6 de julio de 2011
Las ciudades que hablan
Pero existen esas ciudades que sienten, las que no tienen olvido, que recuerdan las causas de sus hijos, las que no quitan el dedo del renglón, que enarbolan banderas, que sacuden y exponen al corrupto y al traidor. Esas son las ciudades orgullosas de sus habitantes, las que adquieren actitud con sus luchas y defienden a los suyos como nobles gigantes.
Valparaíso es una de ellas, con calles de galería, con corazón joven y sabiduría de anciano. Sus muros son el testimonio de una ciudad que se rehusa a pasar algo por alto, toda injusticia va a las paredes y ya sea con murales dignos de museo o con escuetas líneas que a modo de "post-it" le recuerda a la población lo que hay en el menú, lo que está en la mesa; ayer era la represión militar, hoy es educación gratuita, mañana las represas en la Patagonia. Manejando con asombrosa habilidad todos los temas, dueña de mil y una consignas, hervidero de idealistas, soñadores y jóvenes catalizadores. Fue un gusto para este viajero conocer a semejante personaje y de pasada las exigencias y luchas de los porteños, invitándome a vivir en uno de sus muchos cerros, a caminar por las calles que Neruda y Mistral alguna vez recorrieron, a soñar con los que ahí sueñan, a recordar con los que se resisten a olvidar y a gritar por mí lo que yo pienso. Le platiqué de Guadalajara, me pregunto: "¿Qué cuenta esa hueona (ya estábamos en confianza y en ese punto se le sueltan los modismos)?" Le respondí con franca pena que Guadalajara hace mucho que no habla fuerte, que ha caído en un punto entre la esquizofrenia y la mudez. Mencioné que en su letargo a veces musita alguna blasfemia contra los autos que la envenenan y contra los que la privan de sus parques y sus queridos árboles. Mirándome gravemente, el buen Valpo (me explicó que así le dicen los compas) me pidió que escribiera esto para que los demás vieran lo lindo que es tener una ciudad que habla, una ciudad que pone al margen al que obra mezquino. Lo hace mostrándome las caras de los ministros del actual gobierno con la leyenda: "yo estudié gratis ¿y tú?" ( en referencia a lao altísimos costos de la educación chilena). Me revuelve el pelo con una brisa que sale de una escalera callejoneada y encuentro una lata de pintura En aerosol en mi mochila, la guardé para cuando tuviera algo que gritar, quien quita y se me ocurre algo de aquí a un mes.
Para los fascinerosos.
lunes, 30 de mayo de 2011
Nuestro Amigo el Bus
He aquí un breve recuento:
Panamá: Son un disctoeca rodante, por afuera se aprecian las celebridades del momento (ejem; Piqué abrazado a Shakira) y en el interior encontramos adornos tendientes a exaltar la actitud del chófer. Es importante tener en cuenta que entre más santos y adornos de corte religioso se encuentre en el interior, más temerario será el chófer pues da por sentado que está protegido por todos estos.
Colombia: El concepto de aire acondicionado se confunde con aclimatación para pingüinos. Los hijos de su degenerada madre de los choferes ponen el aire a toda potencia durante todo el recorrido y NO es negociable. Jóvenes mexicanos que viajan en shorts, puesto que van a la costa se pueden ver ´sorprendidos por esta política.
Anécdota adicional: Se sube un muchacho claramente perturbado con una hoja en las manos y nos dice a los pasajeros: "Hola señores pasajeros, disculpe que los moleste pero es que yo estoy malito, me aviento a los carros, me corto, me quemo, me aviento a los carros." Silencio de 3 minutos, el joven se baja del bus.
Venezuela: Al igual que en el resto de Sudamérica se suben vendedores, predicadores y gente pirata a disculparse de antemano por molestarte y posteriormente a molestarte pidiéndote dinero, en el caso particular venezolano, la señorita empezó a bromear conmigo y mi compañero de viaje gritando que estábamos forrados de dólares por ser extranjeros, esto último rayó en lo ligeramente incómodo después de 15 minutos.
Ecuador:
-Yo: Señor, me abre la bodega para guardar la maleta.
- Amable señor maletero: Claro.
- Vaca en un costal adentro de la bodega: muuu!!!
-Yo: (con suma naturalidad) ¿Podría guardarla en otra bodega sin vacas?
Más tarde ese día, rebasamos un bus con un borrego parado en el techo del mismo, un borrego bastante asustado cabe mencionar.
Nota adicional: He desarrollado la siguiente teoría; cuando el ecuatoriano se encuentra en una situación de espacio reducido buscará abrirse un perímetro a partir de reiteradas flatulencias, la bajada apretada del bus es uno de los escenarios predilectos.
Perú: En un autobús de dos pisos, quién en su sano juicio pagaría más por irse en el primer piso cuando puedes ir sentado por encima del conductor, por Dios, encima del conductor!!! No me importa si dan masaje en el primer piso no hay nada como estar sentado tres metros arriba del suelo mientras vez por cuarta vez la ultima de Rápido y Furioso.Bolivia: Se detiene el bus a una hora de haber salido de Copacabana, mi reloj mental me indica que no hay forma qe hayamos llegado a La Paz todavía, descubro al Lago Titicaca en frente de la carretera y entiendo (o creo entender).
¡Claro! Este es el momento en el que el bus se sube a una panga del tamaño de una cancha de básquetbol y cruz el Titicaca, mientras tanto, los pasajeros hacen lo mismo en una lancha.
sábado, 21 de mayo de 2011
En tierras incas
domingo, 17 de abril de 2011
El día que se me perdió un volcán.
lunes, 4 de abril de 2011
Hasta el Ecuador se oyeron las balas.
miércoles, 23 de marzo de 2011
Recapitulando
Barranquilla: Carnaval, pies despedazados por salsa al por mayor y sueño interminente parte en una banqueta y parte en la casa de unos amables colombianos que habrían de darnos (el plural responde al hehco de que eramos un grupo grande que saló desde Cartagena en busca del épico Carnaval de Barranquilla) desayuno por la mañana.
Sta. Marta/Taganga: Desparición de 100 dólares en hostal, playa hippie, desintegración del grupo multinacional y punto de partida para Venezuela.
Venezuela:
Una vez cerca de la frontera todo lo que escuchaba de esta tierra eran advertencias: cuidado que Venezuela está ruda (vengo de México, por favor), cuidado que te pueden asaltar en el centro de Caracas (como en el centro de cualquier ciudad), no hables con extraños (advertencia básica que aprendí desde los tiempos de los comerciales de "mucho ojo..."), la policía es corrupta (eso no es nuevo) y ¡¡¡el gobierno es socialista!!! (y eso no da miedo). Invalidando las advertencias con mis paréntesis crucé la forntera en un Malibú del 68 cuyo conductor conducía a 150 km/hr (es la forma "normal" de cruzar) y llegué a la ciudad colonial de Coro a las 2 de la mañana, los hostales no respondían a mis golpes en la puerta, chiflidos y gritos y si respondían era para decirme que era demasiado peligros abrirme. Terminé a la puerta de un hotel demasiado caro para mi presupuesto preguntando por la posibilidad de pasar la noche en la calle, el rostro de mi interlocutor (irónicamente de nombre Jesús) se tenso y terminó por permitirme pasar la noche en el lobby del hotel ya que la calle es muy insegura y aparentemente frecuentada por cuadrillas de jóvenes asaltantes de turistas perdidos (osea yo). Entre el vigilante del hotel y un guardia de seguridad me di cuenta del miedo que viven los venezolanos, toda la conversación eran historias de asaltas, atracos, secuestros y balazos. Esa fue el primera vez que me di cuenta que en Venezuela no se sufre el socialismo o las trabas de la oposición, se sufre de una parálisis que proviene del miedo, la inseguridad y la desconfianza en el prójimo. Terminó la larga noche, mi plan maracaba Caracas, la ciudad que hacía temblar a los ya temblorinos habitantes de Coro, un policía me preguntó a dónde me dirigía y al obtener mi respuesta me puso una mano en el hombro y cual heroe a punto de emprender una aventura de la que probablemente no volvería me dijo " tenga mucho cuidado jove, no confíe en nadie". Dulces sueños tuve esa noche en el camión rumbo a Caracas, cuestionandome si esto seguía siendo una buena idea...
Mis argumentos en contra del miedo se vencieron ante la ola de advertencias, me encontraba invadido por el mismo. Por suerte, me habría de quedar en casa de un local que me devolvió la confianza y me llevó a conocer la bella Caracas que aterroriza a los provincianos; visité museos, auténticos parques lineales (con árboles y rio intermedio, no puente con tirantes y fuentes artificales) y hasta un partido del Caracas, partido en el que venció 4 a 0 al patético Atlético Venezuela (un equipo que hace ver a la primera A de México como la Champions). Panfila hizo su magia en Caracas y me lleno los bolsillos (lo que no es mucho decir dada la inflación venezolana) en un par de horas de música.
Sobreviví Caracas y fije rumbo a mi última parada, Mérida, cerca de la frontera con Colombia y a un costado de los Andes. Me encontré con esta pequeña ciudad universitaria con paisajes impresionantes, un verde de tonos que no conocía y un slime perfecto, no obstante la belleza del lugar, me sentía falto del calor de los locales, me encontré extrañando a los colombianos y su ánimo de hacerte sentir bienvienido, me sentí extranjero por primera vez en mi viaje. Disfruté de la ciudad, de sus montañas y partí en compañía de Joel (amigo suizo que conocí en Colombia y encontré de nuevo en Caracas, nunca está de más un amigo de tu tamaño con entrenamiento militar para vagar por Venezuela) de regreso a Colombia.
Los discursos incendiarios, los radicales programas sociales y la aparente esparanza que ostenta la oposición, se antojan estériles cuando el sentido de sociedad se ha perdido, dejando como residuo una masa de individuos desconfiados. Individuos que pasan el día voltenado sobre su hombro para asegurarse de que nadie les sigue y que se palpan los bolsillos para comprobar que no han sido víctimas del cáncer que les roba la sonrisa.
En relación con lo que escribo, encuentro alrmante el dato que comparte German Petersen, el cual hace referencia a la creciente desconfianza que nos invade a los mexicanos:
"Las dimensiones de la crisis de confianza interpersonal en México: en 1963, 30% se mostraban de acuerdo con la afirmación "Se puede confiar en la mayoría de la gente". En 2006, el porcentaje fue de tan solo 16%. Los impactos que tiene esto en cohesión comunitaria, solidaridad social y costos de transacción."
Dedicándole la entrada a este amigo, me despido con la promesa de reestablecer el flujo de comunicación.
Foto 1: Su servidor en las dunas a las afuera de Coro.